martes, 24 de mayo de 2011

Lo que oí susurrar al viento

Lo que oí susurrar al viento
Van susurrando los vientos en mis tierras que las nubes dicen haber hallado una montaña que cuenta como un desierto le explicó la historia de un sol que narraba una leyenda.
Dicha leyenda cuenta la hazañas del amor en un mundo dividido por la avaricia, en dos reinos: el bien, y el mal. Cuenta la leyenda que Dios creó a ese mundo como una maqueta del nuestro, separando el bien y el mal. Cansado de jugar con él, lo dejó en el olvido, abandonado entre tantos,  de los cuales hoy podemos ver los restos. Se cuenta que Dios antes de abandonar al olvido su juguete, quiso hacer una prueba para comprobar que el bien y el mal estaban divididos, así que dejó en el país del mal una anciana mujer indefensa pidiendo ayuda. Como era de esperar, nadie la socorrió, si no que se aprovecharon de ella. Después de comprobar que el mal era malvado fue al país de bien a averiguar si el bien era bueno, así que dejó una inmensa fortuna en el suelo. Pero nadie recogió dicho tesoro, temerosos a que su propietario no pudiera encontrarlo si lo movían del lugar. Tras diez mil años de espera, Dios se cansó de observar y se alejó de esta creación dejándola en el mundo de los difuntos recuerdos. Al partir, olvidó recoger a la pobre anciana, dejándola así tumbada por miles de siglos. Fue así hasta que un hombre del país del mal, seducido por la idea de sembrar el mal entre el país del bien. Se acercó a la frontera nunca antes cruzada por ningún ser, al llegar a este sitio se encontró con un muro invisible que no le dejaba pasar, tras pensar durante un largo tiempo como destruir ese muro, pudo distinguir a lo lejos una silueta que se acercaba. Del mismo modo que el hombre se acercó para hacer el mal, una mujer del país del bien se acercó al país del mal para ver si podía ayudar a alguien de dicho país. Cuando las miradas de estos dos individuos se cruzaron, estos pudieron leerse el uno al otro. El hombre se sintió atraído por la idea de infundir el mal a esa mujer, la mujer a su tiempo se sintió atraída por la idea de infundir el bien al hombre. Estas ideas empezaron a causar un interés en el otro que pronto se convirtió en un fuerte lazo que fue modelado hasta convertirse en amor. El deseo del hombre por cruzar esa línea y encontrarse con la mujer era de una magnitud tan grande como el deseo de la mujer por ayudar al hombre. Esto cambió la naturaleza de esas dos personas, el hombre se volvió a su mundo y pensando en la mujer empezó a sentir una curiosidad por el bien, entonces el hombre se encontró con la vieja tirada en el suelo pidiendo ayuda, la había visto miles de veces, pero simplemente la había ignorado, pero ahora guiado por su curiosidad, la levantó del suelo. Esta al ver que había sido ayudada, le dio las gracias. Después de estar pidiendo ayuda por miles de años por fin podía descansar, en agradecimiento a esto, la mujer le dio eterna lealtad. El hombre al ver el efecto de su buena obra, empezó a hacer buenas acciones y a sentirse cada vez mejor. Al verlo, algunas personas guiadas por la curiosidad y el aburrimiento empezaron a imitarle. Mientras tanto la mujer volviendo a casa, había encontrado el gran tesoro, siempre había estado allí, y nunca lo había cogido, pero si no lo cogía ella nadie lo cogería, así que guiada por su curiosidad, cogió el dinero y se lo llevó, entonces esta empezó a gastarlo desmesuradamente y al agotarse, empezó a conseguir las cosas por la fuerza para satisfacer su sed, al ver esto muchas personas empezaron a sentir curiosidad y la imitaron.
Pasado un tiempo tanto la mujer como el hombre, volvieron al mismo lugar donde todo había empezado, y al cruzar sus miradas se acercaron, entrelazaron sus palmas y fundieron sus cuerpos en un beso de amor, a partir de ese día el mundo se repartió por igual, al no albergar ni el bien ni el mal, si no ambos a la vez, las personas pudieron cruzar ese muro que des de sus inicios los separaba. Pero bueno, esto solo son los susurros que escuché decir al viento.