miércoles, 20 de julio de 2011

Beauty Blood

Beauty Blood
Era viernes, el último día de la semana, mi última oportunidad. Había estado intentando acercarme a ella todos los días, quieto frente a la puerta de mi clase esperando a que apareciera, pero cada vez que la veía pasar frente a mí, su fragancia nublaba mi mente y simplemente permanecía inmóvil con la cabeza acotada, mirando fijamente al suelo y antes de que pudiera darme cuenta ella ya había desaparecido entre la multitud, pero en lugar de ir tras ella, me decía a mi mismo que lo haría el día siguiente, pero ya era viernes, el último viernes antes de las vacaciones de verano. Todos parecían estar ansiosos porque acabase el curso de una vez por todas, pero yo rezaba para que ese no fuera el último día, pensando que dejar pasar unos días más, me daría el valor suficiente para acercarme a ella, aunque en el fondo, sabía que eso era un vaga ilusión.
Pero no había más días, ese era el último día del curso que la vería, quizás el último día de mi vida, no podía dejar las cosas a medias, porque estaba seguro que si dejaba pasar esta oportunidad me arrepentiría durante toda mi vida. Ella era una chica extraña de la que más de medio colegio se había enamorado, no había chico en la escuela que no hubiera caído a sus pies, y en cuanto a chicas,  pocas habían podido salvarse de su hechizo. Había surgido de la nada como un fantasma hacía menos de una semana. Era extraño que un estudiante fuera transferido una semana antes de acabar el curso, pero su encanto hipnótico parecía hacer olvidar de nuestras mentes cualquier cosa que no fuera su figura. Era elegante, tierna y dulce, siempre seria, pero siempre con una enigmática sonrisa en sus labios rojos, sus grandes ojos tenían un brillo misterioso, como el de las aguas cristalinas de los arroyos de montaña, parecía como si pudieras hundirte en ellos, eran negros, completamente oscuros, tan oscuros, que el iris no podía discernirse de la pupila a menos que observases atentamente, y aún así costaba diferenciarlos. Esos ojos negros, parecían verlo todo, siempre te daba la sensación que te observaban, que eran tuyos que eran solo para ti, en cuanto clavabas tu mirada en su rostro, todo lo que había a tu alrededor, desaparecía, solo quedaba ella. Y junto a aquellos ojos y sus largas pestañas estaba su sonrisa, encajada entre sus carnosos labios color pasión, al igual que su mirada, no podía evitar pensar que era a mí a quien sonreía, pero era solo una ilusión, porque ni siquiera miraba hacia donde me encontraba, pero esos ojos, parecía que te mirasen aunque estuviesen cerrados. Su larga cabellera de finos hilos aún más negros que sus ojos parecía sobrevolar el pasillo detrás de ella siguiéndola como la cola de un cometa esparciendo por el aire su dulce fragancia, su presencia desprendía un aroma suave que se filtraba por cada rincón del edificio, era una fragancia dulce que te invitaba a cerrar los ojos exhalar aire y sentir todo su aroma, te daban ganas de acercarte a ella y oler su pelo, pero también tenía algo más, cada vez que olía esa fragancia mi cuerpo se excitaba de una forma que estaba fuera de los límites de la razón, mi mente se nublaba, dejaba rienda suelta al erotismo de esa fragancia. La elegancia de sus pasos era mágica,  como una melodía que resonaba por encima de los murmullos del edificio, paso tras paso sus tacones negros resonaban contra las baldosas del suelo combinando con las ondulaciones que su pelo  producía a cada paso, si hubiera intentado buscar un solo defecto en esa figura no hubiera podido encontrarlo, sus cejas arqueadas daban a sus ojos una mirada seria y inquisitiva que haría rendirse a sus pies al más poderoso de los hombres que habían gobernado la tierra, su fina nariz tenía un aspecto suave y tierno que parecía tener el tamaño perfecto. En cuanto a sus labios, carnosos, desprendían lujuria, con su tono rojo intenso que resaltaba sobre el pálido color de su piel y entre la comisura de sus labios estaba ocultada esa enigmática sonrisa que parecía siempre ir dirigida a mí, su barbilla era perfecta, sus orejas eran perfectas, incluso el tamaño de su cabeza y ese cuello,  más elegante que el de un cisne, tenía un atractivo especial, era como si te llamara para que fueras a besarlo, a morderlo.  La camisa blanca que era el uniforme del instituto por alguna extraña razón era de una tela más fina en ella que en el resto de chicas, era casi como si fuera un fantasma, a la luz del sol podías apreciar perfectamente las curvas que su cuerpo escondía bajo la camisa,  además, ella dejaba siempre desabrochados los dos primeros botones de su camisa dejando a la vista su impresionante escote que te invitaba a hundir tu cara entre sus pechos y ahogarte en ellos. Parecían tener el tamaño perfecto, grandes pero no demasiado para parecer voluminosos, ni demasiado alzados ni demasiado caídos, desprendiendo una total naturalidad, solía usar un sujetador con bordados, de una tonalidad rojiza que pasaba des del fuxia, pasando por el escarlata y llegando a un rojo tan oscuro como la misma noche. En cuanto a la falda negra que era el uniforme femenino de verano era  más de medio palmo más corta en ella que en el resto de chicas, lo normal era que te llegara a media rodilla, pero en ella, podías adivinarle perfectamente los muslos a cada paso que daba, y si tenías suerte de encontrártela subiendo las escaleras, podías ver perfectamente sus bragas blancas ajustadas entre sus piernas.  Largas y atléticas, así es como eran sus piernas, bien definidas con unas curvas perfectas que brillaban bajo la luz en esa piel clara, esa piel que parecía tan suave, tan pura, si parecía pura, pero en cuanto observabas las curvas de su cuerpo, no era pureza lo que venía a tu mente, esa chica era de pies a cabeza un objeto de deseo sexual que hacia babear al más digno de los hombres y a la mayoría de las mujeres. Así era la chica de la que me había enamorado, de la que cualquiera se hubiera enamorado, sus dedos flotando en el aire a cada paso parecían agarrar las cuerdas de tu corazón y llevarlas con ella, era como si en un solo movimiento pudiera hacerte morir de felicidad. Era algo que estaba fuera de mi liga, ni siquiera había oído su voz, ya que nunca se había dirigido a mí, ni a nadie que yo recordara, no estando yo delante. Sabia que no era una chica con la que pudiera soñar, yo un chico  de 17 años que ni siquiera había besado nunca a una chica, pero aunque hubiera una ínfima posibilidad entre un millón, no podía dejar pasar esa oportunidad, o me arrepentiría de por vida. Pero aunque tuviera eso en mente, simplemente mi corazón latía demasiado deprisa para dar un paso, sentía que si me acercaba a ella todo mi cuerpo iba a estallar, pero ese día era mi última oportunidad, así que no podía rendirme. El timbre de la última clase estaba a punto de sonar y lo único que había conseguido era decirle un tímido “hola” que ni siquiera  había oído. ¿Todo había acabado para mí? Solo me quedaba una oportunidad, debía decírselo durante la salida, cuando cientos de alumnos se marchaban corriendo esperando ansiosos disfrutar de sus primeros momentos de libertad veraniega. Era una avalancha humana, un rio desbocado de personas que corrían hacia la libertad. Encontrarla era como pretender distinguir una gota en un rio, aunque esa gota fuera la más hermosa jamás concebida. Pero cuando llegue a la salida, ni rastro de ella, era como si se hubiese esfumado, como si hubiese desaparecido, o como si nunca hubiera estado allí, me quede quieto frente a la puerta del instituto, albergando la esperanza de poder verla en el último momento, pero cuando todos se hubieron marchado una mano me rozo el hombro des de atrás, me gire de inmediato y estaba allí, radiante frente a mí, con esa misteriosa sonrisa entra la comisura de sus labios. Ahora sí que me miraba a mí, y me miraba fijamente, directamente a los ojos, no es que me lo pareciera, lo estaba haciendo, y sus dedos, me estaban tocando, mi corazón palpitaba, algo oprimía mi bragueta des de dentro, algo que quería despertar, imágenes obscenas se aparecían en mi mente,  mis mejillas se sonrojaron y simplemente me quede inmóvil observándola, estaba cerca de mí, podía notar su respiración, podía oler su fragancia, podía notar cómo  me arrastraba hacia ella.
- ¿Piensas estar callado todo el rato? has estado intentando decirme algo todo el día y solo has conseguido soltar un triste “hola” además llevas mirándome toda la semana des de que llegue, bueno como todos, no soy estúpida sabes, puedo adivinar que tienes algo que decirme.
¿Qué? ¿Que había sido eso?¿Ella me había oído, sabía que la había estado mirando? Entonces, ¿por qué no había hecho nada hasta ahora? ¿Me estaba esperando? ¿Eso significaba que sentía algo por mí? Su mirada se había vuelto traviesa, y su sonrisa era cada vez mas enigmática, además, su voz, era como la de una sirena, cada palabra me hundía más en el pozo del deseo, era una melodía de la que no podía escapar. Entonces me sonroje aún más de lo que estaba y aparté la mirada al suelo.
-¡Buenos días!
¿Eso era lo único que se me pasaba por la cabeza? ¿“buenos días”? ¿Podía ser más estúpido? Mi siguiente acción me demostró que sí, podía ser mucho más estúpido. Justo después de hablarle, me giré y empecé a correr. Pero antes de darme cuenta una fuerte sacudida me empujó hacia ella, me había agarrado de la camisa para evitar que huyera, puse la mano para evitar chocar contra ella, pero esta se hundió entre sus pechos. Entonces volví a quedarme inmóvil.
-Se que te gustan, pero lo más apropiado sería pedir permiso antes de tocarlos.
-¿Qué?
- Mis pechos, los estas estrujando.
Entonces aparté rápidamente la mano y en el impulso me cay hacia atrás y me estampé de bruces contra el suelo.
- No te he dicho que los soltaras, solo te he dicho, que debes pedir permiso para tocarlos, ¿piensas quedarte en el suelo o vas a decirme lo que tienes que decirme?
- ¡A sí eso, que… bienvenida al colegio!
Definitivamente era la persona más estúpida del planeta, como podía decirle eso cuando era el último día del curso, estaba claro que ella jamás aceptaría a un chico como yo.
- Ya te he dicho que no soy estúpida, sabes,  des de que llegue aquí se me han declarado más personas de las que puedo recordar, no es muy difícil  adivinar lo que quieres decirme, pero parece que requieres algo de ayuda, así que acompáñame, iremos a un lugar más… privado.
Justo en el momento en el que sus labios pronunciaron la palabra “privado” su sonrisa se torno traviesa como incitándome a seguirla, invitándome a entrar en su juego. ¿Qué quería de mí?  Era como si todo estuviera pasando tal y como ella quería. Yo la seguí sin dudarlo, tras ella como un perro, invitado por su aroma, persiguiendo su fragancia por los pasillos vacios del edificio, antes de darme cuanta habíamos atravesado el patio y estábamos detrás del almacén donde guardaban las colchonetas para la clase de gimnasia. Una suave brisa soplaba levantando los envoltorios de plástico que se habían tirado al suelo durante el almuerzo. Estábamos los dos solos entre dos paredes, donde nadie nos podía ver, solo me quede observando.
- ¿No vas a decir nada? Esperar se está volviendo aburrido.
- Ah sí lo siento, yo, des de que llegaste, no sé cómo decirlo, no he podido dejar de pensar en ti y…
-  Palabrería, solo di que me amas, llegarás más rápido al final y obtendrás el mismo resultado, conmigo no sirve esa palabrería.
-¿Cómo?
-Solo dilo.
-Yo... ¡te amo!
Entonces un gran alivio recorrió todo mi cuerpo, toda la tensión acumulada desapareció, me sentía como si no hubiera gravedad.
-Lo siento, no puedo aceptar tus sentimientos.
¿Cómo?, ¿que había sido todo eso? Para que me había llevado allí si pensaba rechazarme? Nada tenía sentido, no podía entender esa situación, me sentía engañado, como si hubiera caído en su trampa, si eso era, lo había planeado todo solo para ver mi cara en cuanto me rechazara, no podía ser nada más, un torrente de rabia invadió mi cuerpo, quería tirarla al suelo destrozarle la ropa y violarla allí mismo.
-¡¡¡Pero…!!!
-Pero… pero si podemos hacer “eso”
Su respuesta volvió a dejarme congelado con “eso” se refería a “eso”,  ¿a que podía referirse si no?  Entonces me di cuenta de que entre mis piernas una fuerza salvaje se moría por estallar.
-¿A qué te refieres?
-Venga por favor, sabes a que me refiero, no nos hagamos de rogar, ¿quieres hacerlo o no? Vamos, se leer perfectamente tu cara, antes cuando me has agarrado la teta, se te ha puesto dura y ahora solo hace falta mirarte los pantalones para ver lo que de verdad quieres, eres un hombre después de todo.
- ¡Eso no es verdad!
Antes que pudiera darme cuenta su mano estaba agarrando mi entrepierna y sus ojos estaban a escasos centímetro de los míos, y sus labios, sus labios rozaban con los míos.
-Lo ves como tengo razón, no puedes esconder lo que eres, me estoy cansando de este rollo de niño bueno, así que si quieres hacerlo conmigo, solo dilo.
Sus labios fregaban a los míos cada vez que pronunciaba una palabra, no podía resistirlo más, me lancé a besarla, pero sorprendentemente, con un ágil movimiento se apartó de mí y esquivó mi beso.
- Eso me sirve
Su sonrisa se había vuelto mucho más traviesa que antes, era demasiado seductora para ser real. Entonces me agarró de la corbata del uniforme y me empujo hacia dentro del almacén, no me había dado cuenta de que las puertas estaban abiertas, cuando ella entró en el almacén detrás de mí, empezó a llover, no me había dado cuenta pero el cielo estaba cubierto de nubes.
- Perfecto, con esta lluvia no podrás huir de mi.
Entonces con un golpe seco cerró la puerta y quedamos en la absoluta oscuridad, entonces note como algo húmedo se deslizaba por mi oreja, su lengua, me mordió. Suavemente agarró mi mano, yo simplemente no podía decir nada, entonces deslizó mi mano por debajo de  su camisa hasta su pecho y me hizo agarrarlo con fuerza.
- No debería costarte mucho ya que no es la primera vez que lo haces.
- Pero…
- Para tu información, no llevo ropa interior hoy, así que eres libre de tocar donde quieras.
Entonces se encendió una vela que iluminó la estancia,  yo estaba estirado sobre una colchoneta agarrando sus pechos, ella sentada sobre mi pecho mirándome con su mirada inquisitiva.
- Juguemos a un juego, tienes hasta que se consuma la vela para satisfacerme ¿Ok? Hasta entonces seré toda tuya.
Entonces me puso un dedo en los labios y sello mis palabras, ya he olvidado que quería decir en ese entonces. Entonces se arrancó la camisa de golpe, todos los botones salieron disparados, me quede inmóvil, observando su cuerpo mientras ella me quitaba la camisa. Su cintura, su ombligo, sus pechos, sus pezones, todo eso era mío. Entonces ella se deslizó sensualmente hacia mis pies, y agarrando la cremallera con los dientes, me bajo la bragueta lentamente, yo solo podía quedarme inmóvil dejándole actuar, nunca había siquiera besado a una chica. Entonces introdujo una mano entre los calzoncillos y me la sacó, era como si toda la fuerza de mi cuerpo se reuniera entre mis piernas. Sin previo aviso empezó a lamer, subiendo por mi abdomen atravesando mi ombligo lentamente fluyendo como un rio, sin dejar de agarrarme con la mano, continuó subiendo hasta el pecho desviándose hasta el pezón izquierdo empezando a dar círculos a su alrededor, lamiéndolo, succionándolo, mordiéndolo. Cerré los ojos por un instante, entonces sentí un corte, en el pezón, como si algo me lo hubiera partido por la mitad y en cuanto abrí los ojos de nuevo, el brillo centelleante del filo de una espada atravesaba mi pezón a la luz de la vela, intenté soltar un grito pero ella me tapó la boca con una sonrisa malévola.
- Los hombres sois todos iguales, os dejáis perder por el sexo.
Entonces empezó a deslizar la fina espada por mi pecho inclinándola de modo que estuviera cada vez más vertical, mientras lamia apasionadamente el hilo de sangre que salía de mi pezón. Antes de que pudiera darme cuenta la espada estaba completamente en vertical apuntando a mi pecho.
- ¿Sabes? No lo has hecho del todo mal, estoy bastante mojada allí abajo, quizás te use después.
Entonces con un movimiento salvaje hundió la espada en mi pecho, si esa espada que brillaba a la luz de la vela. Habría reconocido esa espada en cualquier lugar, después de todo los samuráis siempre me habían gustado, nunca hubiera imaginado que algún día una katana atravesaría mi pecho. Pero ella, la chica simplemente se bebía la sangra que salía de mi herida como si de agua se tratase, entonces me di cuenta de que en su sonrisa perfecta sobresalían dos colmillos afilados.
-Sabes he prometido que sería tuya hasta que se consuma la vela, pero a este ritmo te vas a desangrar antes de que eso suceda, no te he clavado la espada en el corazón, pero morirás dentro de poco, ya no puedes ser salvado, una pena, pero si mueres no habré cumplido mi promesa, ¿qué puedo hacer?, quiero destrozarte el corazón y beberme tu sangre pero si lo hago morirás y no cumpliré con mi promesa, ¿alguna idea?
Su voz era dulce y calmada mientras decía estas palabras, pero aunque aterradora seguía siendo bella.
-¡Monstruo!
-¡Oh! ahora me sorprendiste, normalmente están demasiado locos por mí como para importarles que les mate, sin duda eres alguien especial, una pena que ya no tengas remedio, a ver a ver, ¿cómo puedo hacer que la vela deje de arder para poder matarte? Si solo se apagase, ¡Oh! ya se, ¿qué pasa si la apago yo misma?
Entonces la luz se apago y sentí como el acero partía mi corazón por la mitad.