jueves, 24 de febrero de 2011

Recuerdos de un dia de verano

Recuerdos de un día de verano

Miro al sol y a su siniestra belleza. Cuando más te acercas a ella más daño te produce su luz hasta llegar a la ceguera. Ese sol alumbrador me trae recuerdos de verano, de ese día frente al mar, que relucía mostrando su fresca hermosura. Ese día en la playa, rozando con mis dedos las seductoras curvas de la fina arena, en una cala alejada del mundo entre dos imponentes muros de piedra, el murmullo de las olas llegaba a mis oídos susurrándome palabras de amor. El mar era llano y se alzaba con su imponente azul, más allá del horizonte, sin nada que estorbase su quietud. La embriagadora brisa cubría mis parpados con un aroma a sueño, bajo esa reluciente luz, llevándome a un mundo donde lo ficticio y lo real se difuminaban en el horizonte como las olas en el mar. Una sombra llegó a mi, pero no era oscura sino brillante, cual su sonrisa deslumbrante solo era comparable al brillo de sus ojos color océano, sus hermosos labios pronunciaban unas palabras de saludo que se mezclaban con el murmullo de las olas mientras me prestaba su mano con una alegre sonrisa. Yo observé su hermoso rostro reluciente, y las curvas de su cuerpo me sedujeron llevándome a un mundo a su merced, cogí su mano mientras me incorporaba poniendo mi enrojecido rostro frente al suyo, solo una palabra venía a mi mente y solo esa palabra era capaz de pronunciar <<amor>>. Su húmeda mano tenía el suave tacto de las dunas de arena que cubrían nuestros pies, su cuerpo estaba rodeado de una embriagadora fragancia olor a mar, un perfume exquisito que se hundía en un pozo de amor junto a esa bella mirada, su larga melena relucía en el sol de agosto resiguiendo cada curva de su cuerpo con exquisita elegancia. La simple visión de su piel color arena hacía latir mi corazón hasta las estrellas. De su cuello colgaba un collar con una perla a la vez humilde y a la vez bella, pero su hermosura nunca fue comparable a la extrema belleza de esa forma divina que sonreía ante mí. Su mano estiró mi cuerpo llevándolo a su merced hasta una roca muy alta que daba al mar, ella me miró fijamente y susurró unas palabras en mi oído que hicieron temblar todo mi cuerpo. Acto seguido me miró otra vez a los ojos y con sus carnosos labios me dio un beso en la mejilla. Esa situación me produjo una espiral de emociones que me alzaron al cielo y me hicieron morir para volver a estar junto a ella. Su lindo rostro se sonrojó un poco, dándole a su piel un color rosado que superaba los límites de la belleza, mi rostro se sonrojó más y el suyo también. Compartimos una mirada mágica antes de que con un ágil movimiento se lanzara al vacio, yo como una oveja que sigue a su pastor seguí a mi amor hasta la muerte, unos segundos en el aire me embriagaron de su perfume a mar en treinta metros de caída. El agua llegó a mi piel cubriendo cada parte de mi cuerpo, abrí los ojos sin vacilar bajo aquel mundo de hermosos reflejos. Y ante mi vislumbró la silueta de su cuerpo desnudo. Su larga melena se esparcía por el agua siguiendo sus pequeñas corrientes, ella me miró lanzándome un hechizo de amor, se llevó el dedo a su boca  y acercándose a mí con elegantes movimientos sacó el dedo de sus labios y los llevó a los míos encerrándome en su hechizo eterno. Nada podía ya ser demasiado arduo para cumplir sus deseos, la vida me parecía ya un mísero precio a pagar por cumplirlos. Entonces me abrazó, uniendo su cuerpo con el mío mientras las yemas de sus dedos iban rozando la superficie de mi espalda, nuestras miradas cruzadas se volvieron más intensas hasta el punto que el agua pareció hervir, el deseo de sus labios atravesó como una flecha mi ardiente cuerpo. Ella con una mirada de amor cumplió mi deseo y juntó sus labios con los míos llevándome a un océano de emociones que abarcaba más allá de los límites del universo, ese beso bajo el mar me llenó los pulmones, me pareció que ese beso duraba toda una eternidad de sentimientos en erupción. Cuando este finalizó se convirtió en un recuerdo fugaz, y al abrir mis ojos no había nadie junto a mí, solo los peces bajo esa superficie de agua me acompañaban en esa despedida invisible. Los latidos de mi corazón eran tan intensos que noté como hacían vibrar toda el agua a mí alrededor, me llevé la mano al cuello donde hasta hace unos instantes reposaban sus bellos brazos y logré descubrir un colgante con una humilde y bella perla. Una perla que encerrada en su interior lleva aún los recuerdos de mi amor.

Martí