miércoles, 9 de febrero de 2011

Cita en Sibuya

Cita en Shibuya

Estaba frente a un restaurante italiano en una callejuela a  la derecha de las grandes pantallas de Shibuya, hacía mucho frio, todo el mundo iba con varias capas de abrigo, no obstante los miles de jovencitas que desfilaban por esa calle de luces me tentaban con sus faldas peligrosamente cortas. Hacía una hora que esperaba y tenía mucho sueño, acababa de llegar al país y ya me encontraba esperando frente a nuestro restaurante, la fatiga bombardeaba mis párpados, pero el frio impedía al sueño llegar a mí. Una jovencita vestida de sirvienta se me acercó, hablándome sobre el folleto de propaganda que me ofrecía con enérgica insistencia, no era una chica muy atractiva, tenía los dientes amarillos y una cara no demasiado bonita. Casi me daba pena rechazar su invitación, quizás en otras circunstancias…
- Sorry, I only speak English- Dije con una voz lo más convincente posible, al parecer la chica quedó convencida de que era extranjero, porque me dejó en un instante a la busca de nuevas presas, seguramente trabajaba en un café de sirvientas, debía ser el único trabajo que había podido encontrar, pobre.                                                                                                                        Ese ambiente cargado de juventud paseando arriba y abajo bajo las luces de neón en una zona comercial llena de televisiones gigantes que hacían propaganda de las bandas de música del momento  era demasiado para mí, eso varios años atrás me había fascinado, pero ahora… Después de un rato de pensarlo me decidí a entrar, no había cambiado nada, seguía igual que la última vez, incluso la atractiva camarera seguía siendo la misma. Nuestra mesa estaba ocupada así que me senté en la de la esquina, era un restaurante muy pequeño, pero agradable, no tenía hambre, pero era la hora de cenar y si quería quedarme unos cuantos días en el país tendría que comer a la hora que tocaba. La camarera se me acercó y me soltó una sonrisa burlona ¿quizás se acordaba de mi? Como no tenía nada más que hacer decidí jugar un poco con ella, su inglés había mejorado ahora era comprensible, le pedí un plato de espaguetis y cuando ya se iba hacia la cocina le dije:
- Sorry! One moment plis. – Ella se detuvo y sonrió, después se giró e intentó disimular mientras se acercaba a mí con pasos de cisne.
- Hi? – Dijo ella con ese acento infantil típico de las jóvenes. Entonces la miré fijamente a los ojos, sus mejillas enrojecieron, le cogí la mano, estaba temblando,  me incorporé dejando mis ojos a la altura de los suyos, ella se tapó la boca con la mano intentando ocultar una sonrisa tímida que se propagaba en el aire, ella miró hacia abajo y volvió a alzar los ojos, yo continuaba mirándola, entonces acerqué mi mano a su rostro y acariciando sus mejillas le recogí el pelo, estaba quieta como una estatua, todo el restaurante estaba observando, entonces empecé a acercar mi rostro al suyo, lentamente sin dejar de mirar sus ojos castaños y le susurré al oído.
- Nana…-Era su nombre, lo había oído gritar al cocinero la última vez que vine. Después de esto me senté en la silla y dejé que se fuera corriendo con paso alegre y apresurado hacia la cocina, estaba en mis manos. Después volvió a salir sin dejar de mirarme y se dirigió con prisas hacia mi mesa especial, nuestra mesa especial, allí empezó a hablar rápidamente con las chicas de la mesa soltando chillidos de vez en cuanto, yo no entendía nada, pero era evidente que hablaban de mi, esa reacción era tan linda, una de las cosas que más me gustan de las jóvenes de este país. Unos minutos después un señor grande salió de la cocina y la llamó, ella con paso apresurado acudió a la llamada no sin antes acotar la cabeza como disculpa ante el que debía ser el dueño del restaurante. Las chicas de la mesa no paraban de mirarme y sacar fotos con sus móviles de última generación, debían ser sus amigas. Segundos después salió con mi plato de espaguetis, no tenía mucha hambre, pero el juego parecía entretenido. En ese momento ya sabía dónde me despertaría la mañana siguiente. A las doce empezaban a cerrar, el último metro salía a la una y todos los negocios cerraban un poco antes. Yo seguía sentado en la misma mesa, al final ella no había aparecido. La camarera se me acercó y acotó la cabeza como saludo. Ya no llevaba el uniforme de trabajo, lástima, le quedaba muy bien. Entonces se fue corriendo hacia la puerta  y deslizando su dedo por el cristal con sensualidad me indicó que la siguiera. Yo me incorporé y la seguí.
A la mañana siguiente desperté en un “hotel de amor” abrazando a esa chica, me vestí y tras mirarla por última vez le dejé en la cama un regalo que había comprado por si acaso se daba esa situación, era un peluche, a la jóvenes de allí les encantan este tipo de cosas. También le dejé una nota, nada del otro mundo, solo algo romántico para darle algo de qué hablar con sus amigas. Encendí mi blackberry, tenía un mensaje de ella, decía: <te espero en la torre>. Bajé a recepción y pagué la habitación, era la más cara.
Me gustaba el metro de esa ciudad, era limpio, impoluto y sobretodo silencioso, no se oía ni un murmuro, la gente estaba escuchando música, leyendo, mirando el móvil o durmiendo y si alguien hablaba lo hacía tan flojo que estando al lado no lo podías oír. Después de hacer varios transbordos bajé en la estación que estaba más cerca de la torre, tuve que caminar un poco, pero era agradable ver esa silenciosa ciudad por la mañana, cuando llegué a la torre no había nadie, solo el susurro del viento, conociéndola me estaba esperando arriba. La entrada a la torre estaba cerrada, así que forcé la cerradura y entré. Cuando llegué a arriba ella estaba leyendo.
- Tú casa esta a 80km de la mía y tenemos que quedar en este país remoto, valla cita, ¿no te parece más romántico París? – Dije yo con voz seductora mientras le cogía el libro de las manos.
- Sabes que esta ciudad es mejor, además esto no es una cita, estamos en el trabajo.- Dijo ella secamente.
-Trabajo, trabajo, trabajo, que aburrida eres, encajas muy bien en esta ciudad.
-Sabes que eso es un alago para mí. Y no intentes ligar con migo porque te dispararé.
- Ui que peligroso.- Dije con voz irónica. – ¿Tu no dispararías a tu compañero de trabajo, verdad? – Murmuré mientras me acercaba a ella lentamente.
- Gilipollas, sabes que si quiero te vuelo la cabeza. Pero necesito tu cabeza para este trabajo, quizás te vuele otra cosa. – Dijo con tono amenazador.
- Eres muy sexy cuando hablas así, ¿lo sabes? – Ella se giró con un gesto que indicaba que había logrado irritarla.
- Me lo dices siempre. –Entonces la abracé por la espalda. – ¿Te he dicho alguna vez que eres un pesado? Acéptalo, no me interesas.
- Eso es lo que dices siempre, pero acabas entre mis brazos. – Entonces la miré a los ojos y le cogí el mentón, sus ojos eran amenazadores y desafiantes, era la mujer perfecta.
-Si me besas te voy a disparar en la pierna.
- Me parece un precio muy barato para conseguir tus labios. – Entonces la besé, fue un beso apasionado, ella soltó la pistola y se dejó besar. Acto seguido me soltó una bofetada.
-Te he dicho que no me besaras. – Entonces ella me besó a mí. Fue un beso largo, muy largo.
- Daría mi vida por un beso de estos. – Le susurré mirándola a los ojos.
- Eres malo, siempre atrapas mi corazón indefenso.
- Tú siempre te dejas atrapar. – Entonces ella se agachó a recoger la pistola y me disparó en el pecho.
- ¡Comete esa, cabrón!
- ¿Solo una cosa, que harás cuando me olvide de ponerme la armilla antibalas?- Dije con el pecho entumecido por el impacto.
- ¡Cállate, eso nunca pasará! Bien empezaré con los detalles de la misión.
- Siempre el trabajo, no te apetece disfrutar un poco, al fin y al cabo esta torre se parece a la torre Eiffel. – Dije mientras encendía un cigarrillo.
- Después tendremos tiempo para eso.
- Después querrás ir a Akihabara, sabes que no me gusta.
- Pues te aguantas, muy bien tenemos que recuperar unas drogas que han robado los Yakuzas.
- ¿Tenemos permiso para matar?- Dije mientras comprobaba la munición de mi revolver.
- Sí. – Dijo fríamente.
- No me mates por favor. – Le dije con tono irónico para mosquearla un poco.
- Ya te ha dicho que te necesito… necesito tu amor. – Susurró un poco avergonzada.
- ¿Qué has dicho?
- ¡Nada!
- Tan orgullosa como siempre… ¿esos Yakutas también hablan raro o les puedo entender?
- Es Yakuzas, y no hablan raro solo es otra lengua. – Replicó mientras encendía el portátil.
- Para mí si no es español es raro. – Dije dándole un beso en la mejilla.
- ¡Porque eres subnormal!  Vamos, a trabajar– Dijo enfadada por mi comentario.
- Es muy temprano para disparar. – No tuve más remedio que hacerle caso, al fin y al cabo era mi jefe, me mostró los detalles de la misión  y el plan de ataque, los Yakuza se encontraban en un almacén abandonado en una zona industrial. Sigilosamente nos acercamos al edificio, pero la mercancía estaba custodiada por varios guardias.
- he oye, esos tienen un peinado muy raro.- Dije en tono bromista.
- Cállate estamos en una misión.- entonces con gestos me indicó que subiera arriba, donde había el despacho del jefe. Yo sigilosamente subí las escaleras sin ser visto y con la pistola en la mano entré en el despacho apuntando al jefe. Entonces este dijo algo y dos hombres con catanas me atacaron, a uno le disparé en la cabeza y al otro después de esquivarme su ataque lo tumbé al suelo de una patada y le disparé en el hombro, después lo rematé.
- ¿Y vosotros sois mafiosos? Tenéis muy mal gusto para vestir. – El jefe dijo algo ininteligible y acto seguido se quitó la camisa.
- Entiendo, acepto el desafío.- Entonces me quité la camiseta y el chaleco antibalas. El me atacó con una patada yo la detuve y le di un puñetazo en la nariz, entonces este aprovechó que tenía el puño alzado y me soltó una patada en el estomago que me proyectó contra la puerta, esta se rompió, cuando me iba a levantar el jefe me dio una patada en la cara, entonces yo le di una patada en los testículos, el después de hacer un mueca sacó una navaja de su bolsillo, entonces yo saqué una pistola y le disparé en el corazón. Se oían disparos, había empezado el tiroteo, miré a mi alrededor apoyado en la pared había algo que me servía. Lo cogí y salí gritando por la puerta que daba al interior del almacén.
- ¡Tomad hijos de puta!- Entonces disparé con el bazuca que tenía en mis manos.
- ¡¿Pero qué haces gilipollas?! – Gritó ella desde un rincón.
- ¿Qué pasa? me los he cargado a todos, creo. – Dije yo en una pose heroica.
- Eso da igual, ¿por qué vas sin camiseta?- Me preguntó mientras se acercaba a los guardias
- Me hago el héroe cariño, ¿no te parece sexy?
- Un día de estos me matarás del susto. – Dijo ella comprobando que no quedasen supervivientes.
- Esto ha sido muy fácil, cada día las misiones son peores.- Entonces me fui a recuperar mi ropa, había alguien gritando detrás de una puerta de la que no me había percatado, debía ser alguien secuestrado, seguramente los disparos le habían alertado. Me vestí cogí la pistola y abrí la puerta con cuidado. Esa chica, cuando me vio calló de golpe, era la misma chica con la que me había acostado solo hacia unas horas, entonces se echó sobre mí abrazándome y diciendo cosas “raras”.
- ¡Joder!- Dije del todo sorprendido. Le solté las amarras y le pregunté si estaba bien, seguramente la habían asaltado al salir del hotel de amor. Le pregunté si estaba bien, ella me dijo que sí, estaba muy asustada y se arrimaba a mi todo el tiempo. Después de darle la ropa de uno de los guardias, ya que estaba desnuda, le dije que me siguiera, ella iba apegada a mí como si estuviéramos enganchados con pegamento.
- ¿Quien es esta?- Dijo Anee, mi compañera.
- Me la he encontrado atada en el despacho del jefe, ¿qué hacemos con ella?
- No se decide tu, parece que te ha cogido afecto. – Dijo con un tono un tanto celoso.
- Es que ya nos conocíamos.
- ¡¿Qué?! – Dijo haciendo una mueca.
- Es la camarera de ese restaurante de Shibuia al que fuimos la última vez que vinimos aquí. – Le expliqué abrazando a Nana.
- No creo que se acuerde de eso. – Dijo ella reaccionando de manera celosa al ver que la abrazaba.
- Es que me la he tirado esta noche.- Dije con total normalidad.
- ¡Serás jilipollas, cabrón! – Gritó, lo había logrado, la había hecho enfadar.
- He tranquila, lo hice para divertirme, a mi solo me gustas tú, cariño. – Le dije con un toque provocativo.
- Haz lo que te dé la gana, es tu vida, además no estamos saliendo ni nada. – Dijo ella girándose de espaldas.
- Bueno si tú lo dices, después no te quejes, tú misma has dicho que no te importa lo que yo haga. – Entonces la besé, bese a esa camarera, Anee se puso roja y muy celosa.
- Eres muy malo ¿Sabías? Siempre te aprovechas de mi.- Dijo ella un poco enfadada.
- Continuamente- dije con una sonrisa.- Bueno rescatar a prisioneros no es nuestro trabajo, pero la podemos dejar en la embajada, además tengo su número.- Dije enseñándole un papelito en blanco.
- ¡Haz lo que quieras, baka!- Dijo mientras se marchaba a por el camión.
- No te preocupes tendrás tu cita en Akihabara, te quiero cariño. -  Le dije con un tono provocativo, ella no me contestó. Cogimos las drogas y las llevamos al punto de intercambio, después de la misión teníamos una semana libre para movernos por el país, dejé a Nana en la embajada y me despedí de ella, ella lloró mucho, creo que se había enamorado de mi, no me volvería a ver, jamás. Después de eso tuve la prometida cita en Akihabara, hicimos un poco de turismo por el país, Anee estaba muy contenta, al fin y al cabo era su país preferido, yo no podía dejar de mirarla, era tan hermosa, tan atractiva, era sexy, a veces infantil y fácil de provocar, se hacía la dura pero en realidad tenía un gran corazón, era muy celosa y se mosqueaba fácilmente, cuando se enfadaba sus mejillas se tornaban rojas, pero solo hacía falta una mirada para hacerla caer en mis brazos. Era la mujer perfecta.

Amor de estrellas

Amor de Estrellas
El cielo, oscuro, lo invade todo, pero manchado por una luz incandescente que quema a miles de años luz. Yo contemplo este cielo maravillado, pero la auténtica maravilla, la que mis ojos temen mirar por miedo a quemarse, la que me da calor sin dañarme, la que me entrega su cuerpo en la solitud de la noche, es ella. En este momento nada supera su hermosura. Temeroso contemplo su dulce rostro apoyado sobre mis hombros, nada más puedo hacer que acariciar su piel. Deseo que esta noche dure para siempre, pero también deseo con todas mis fuerzas, conocer su final.