viernes, 21 de octubre de 2011

HELLEN (5)


VII
Por algún motivo, el frio inundaba mi cuerpo, por mucho que me acercase a la hoguera de mi habitación. Era un frio silencioso, que se adentraba en mi cuerpo como un espíritu, sentía un extraño cansancio recorriendo todo mi ser, pese a que había descansado durante todo el día. La noche era silenciosa y fresca, podía contemplar las estrellas brillar en el firmamento, tenían un brillo triste. Solo había una cosa que pudiera aliviar el extraño desazón que oprimía mi pecho. Deslicé los dedos por mis labios, mis mejillas se ruborizaron y no pude evitar soltar una sonrisa, deseaba un beso.
Bajar por el árbol y escabullirme entre los matojos del jardín fue algo fácil, llevaba años haciéndolo, la luna estaba enorme ese día. Salté por la pequeña ventana que llevaba a la cocina y me escabullí al almacén por la minúscula puerta que des de allí se abría, bajé las escaleras cuidadosamente procurando que nadie pudiera verme, luego me escondí entre un montón de toneles y cajas, allí donde siempre lo hacía, era un lugar húmedo, olía a vino y a carne seca, a especies y a pescado y a sudor, era un olor agradable, un lugar agradable, un lugar donde no debería bajar la futura heredera de esa enorme mansión. Cuando juntaba mis manos y soplaba, para imitar al sonido de un búho, yo siempre esperaba temiendo que no acudiera, pero el siempre aparecía con el rostro radiante y el pecho impregnado de sudor, con esa sonrisa de oreja a oreja que ponía cada vez que me miraba, era casi como un niño. Yo me lancé a sus brazos, el sonrió me agarró de la cintura y tras agarrarme dulcemente la barbilla, me dio un largo beso apasionado, estar entre sus brazos era lo único que necesitaba para seguir viviendo, siempre me decía que tenía una cara de boba cuando nos besábamos, pero, esa vez se quedó mirándome, me miraba a los ojos, no podía resistirlo, lo deseaba, deseaba otro beso. Nuestros labios se volvieron a acercar lentamente, podía notar el hormigueo de la pasión recorriendo mi delicado cuerpo, esas ansias de amor que no podía resistir. Pero pocos milímetros antes de que nuestros labios se juntaran el sonido de una explosión precedió a un temblor que agitó toda la mansión, note el frio impacto del suelo golpeando mi trasero. Cuando pude volver en mí ya era tarde, Joshua había desaparecido y el almacén estaba en llamas. Mi corazón estaba agitado, me encontraba desorientada, no sabía que había pasado, las cajas habían caído y me encontraba rodeada por el fuego, busqué un camino entre las llamas para llegar a la salida, pero las cajas amontonadas por el suelo servían de puente al fuego para cortar todas mis salidas, entonces conseguí divisar un pequeño agujero entre dos cajas, un estrecho hueco que podía llevarme a la salvación. Intenté escurrirme ente él, sentía como el aire me faltaba, mi cuerpo sudado me impedía moverme con agilidad, dificultando la ya difícil tarea de escurrirse por ese pequeño hueco. El agujero se estrechaba por el final y mi pecho, demasiado grande para aquella salida, se aplastaba contra las paredes de esas enormes cajas de madera, impidiéndome avanzar hacia delante. Finalmente me decidí a mirar hacia delante para encontrar algo a que agarrarme y lo vi, el fuego se extendía por una lona acercándose peligrosamente a unos barriles de pólvora. De algún modo me las apañé para retroceder por el agujero y esconderse tras unas cajas antes que la pólvora estallara, me llevé las manos a la cabeza intentando combatir el terror que mi corazón sentía. El rugido de la explosión zumbó en mis oídos incluso cuando esta hubo terminado, algo me golpeó la sien, era un objeto pequeño pero me había golpeado con fuerza, sentía un intenso dolor en la cabeza, me llevé las manos a la frente, logre palpar algo húmedo, cuando aparte mi mano para ver que era, esta estaba empapada de sangre, solté un grito desgarrador que cruzó la sala, pero nadie acudió a mí, estaba sola frente al fuego, la sangre empezaba a caer sobre mi vestido y sentía que la cabeza iba a explotarme, respiraba de forma agitada, rápidamente, pero por mucho que respiraba siempre continuaba faltándome aire, la desesperación acudía a mí, me tumbé en el suelo jadeando, no podía hacer nada, no encontraba fuerzas para seguir adelante. La sangre continuaba brotando, se deslizaba entre los surcos de mi rostro buscando un lugar donde caer, unas pocas gotas se deslizaron hacia mis labios jadeantes, esos labios, que querían un beso. El recuerdo de Joshua consiguió tranquilizarme, logré atarme un pañuelo en la cabeza para frenar la sangre que caía sobre mi rostro. Me levanté para observar a mi alrededor, la sala entera ardía, el fuego se había extendido mucho más que antes, pero la explosión había abierto un camino entre el montón de cajas caídas, me apresuré a correr hacia las escaleras, pero tropecé y me caí de bruces contra el suelo, cuando logré incorporarme de nuevo, mi costado me dolía intensamente. Me quité los zapatos de talón y los lancé furiosa contra el fuego, yo solo quería ser hermosa, solo por él. Entonces sin darme cuenta empecé a llorar, las lagrimas caían mezclándose con la sangre que bañaba mi rostro. Debía continuar, conseguí escapar del fuego y subir las escaleras que llevaban a la cocina, pero cuando crucé el umbral de la puerta, me sorprendió encontrar el mismo escenario que reinaba en el almacén, la cocina entera ardía, estaba aterrada y cada vez tenía más miedo. Un intenso ardor en mi pierna me hizo reaccionar, el fuego había trepado por las escaleras y empezaba a prender la falda de mi vestido. Me  revolqué por el suelo asustada, esa situación era más de lo que podía soportar, más de lo que podía sufrir, no quería vivir eso, deseaba estar en otro lugar, donde fuese, pero estaba allí, era parte de mi vida y debía aceptarlo. Conseguí arrancarme el pedazo de falda que ardía y lanzarlo contra el suelo. Me quedé inmóvil contemplando como ardía ese pedazo de tela, era ropa cara, siempre me habían gustado los vestidos, me pasaba tardes probármelos, los tenía a montones en mi enorme armario, aunque Joshua siempre prefería verme desnuda a mi me hacía ilusión aparecer cada vez con unas ropas diferentes, aunque él no se diera cuenta, quería, quería ser la más hermosa, para que el la quisiera mas y mas. Pero esos recuerdos no hacían sino alimentar mis lagrimas y hundirme en la desesperación, la angustia que la comía por dentro, era de algún modo, lo que le daba fuerzas para seguir adelante, no quería quedarse sintiendo ese terror, quería escapar para volver junto a su amado. Las paredes de la mansión ardían, había pasado cientos de veces por aquellos pasillos, pero esa era la última, jamás volvería a pisar aquella alfombra ni a ver esos cuadros que decoraban la pared. Conseguí salir al patio y arrastrarme con mis escasas fuerzas hacia el camino donde las llamas no podían alcanzarme, y entonces me giré para verlo, para ver como el lugar donde había nacido y crecido, donde había amado y sufrido donde había pasado su vida, ardía, ardía y se sumía en las llamas para no regresar jamás. Pero a pesar de las intensas llamas que la rodeaban sentía un intenso frio, un frio sereno como el de una noche, como, como el de un desierto, entonces un susurro lejano me hizo despertar de esa pesadilla para regresar a la realidad.
Abrí los ojos, mis miembros estaban completamente entumecidos, no podía moverlos lo mas mínimo, la costra de sangre seca que me cubría los ojos me impedía abrirlos con claridad, aunque de nada hubiese servido, la cabeza del gran tuareg reposaba sobre mi impidiéndome ver nada más. Estaba viva, pero no iba a estarlo por mucho mas, los primero rayos de sol empezaban a iluminar la escena, había logrado sobrevivir al frio de la noche pero dudaba que el día fuera tan benévolo, sentía la garganta reseca y lo único que aún tenía fuerzas para hacer era mantener los ojos abiertos, porqué sabia que en cuanto los cerrase, no se volverían a abrir. Entonces volví a oír un ruido, el mismo ruido que me había despertado, el ruido de unos pasos, unos pasos que se acercaban, me hubiera gustado gritar, gritar pidiendo ayuda, pero mi garganta no respondía, no debía lucir diferente a un muerto. Pero los pasos continuaron acercándose, lentamente, entonces pude apreciar una silueta, y noté como el peso del tuareg caído sobre mi se desvanecía. Algo húmedo y caliente cayó sobre mi cabeza, parecía un pañuelo, o un trapo, pero no tenía fuerzas como para levantar la mano y comprobarlo, la noche me había usurpado las pocas que me quedaban. Entonces apareció ante mí un rostro, de piel morena y oscuros ojos, era un rostro que ya había visto antes, unos rasgos que recordaba haber visto recientemente, entonces advertí su mirada y recordé quien era, esos ojos, no me miraban como una persona, me miraban como a una mujer.

1 comentario:

  1. Y asi este regalito va creciendo poco a poco, puede que algun dia, llegue a tener valor.

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