martes, 11 de octubre de 2011

HELLEN (3)




V
Empecé a correr tan rápido como las piernas me lo permitieron, hacia un camello, pero una piedra me hizo tragar la arena, una arena seca y amarga. Cuando me levanté me di cuenta que no tenía a donde huir: si escapaba, ellos me atraparían; si me escondía, ellos me encontrarían y si luchaba… si luchaba ellos me matarían. El sonido de los granos de arena crujiendo entre mis dientes no hacía más que aumentar mi desazón, algo húmedo se deslizaba por mi barbilla, me llevé la mano a los labios, la sangre me brotaba caudalosamente llenando mi arenosa boca con el líquido escarlata. No pude evitar tragar y limpiarme la boca con la manga. Cuando me volví a mirar, el grupo de tuaregs se había parado a unos doscientos metros del poblado. Uno de ellos se había acercado y estaba hablando a gritos con Absalom que se mantenía firme con su gran siervo a su lado. El hombre que se había acercado, era imponente con su gran camello blanco y su colección de dagas encintadas  en el pecho sobre su túnica azul y su larga lanza que apuntaba a Absalom amenazante. Lucía una piel morena y demacrada por el sol y un poblado bigote carbonizado bajo su afilada nariz, su ojo derecho lucía una cicatriz que lo atravesaba por completo, pero esta se veía compensada por el trozo de carne que le faltaba en la comisura izquierda, un pedazo de labio había sido arrancado, la carne aún mantenía su color rojo, aunque la cicatriz parecía antigua, a través del agujero, podían verse claramente sus amarillentos dientes. Su túnica era más limpia y elegante que la de todos sus compañeros, pero los tonos azul y blanco  continuaban siendo dominantes. Pero por muy imponente que pareciera ese hombre, montado sobre su enorme camello blanco, empalidecía al lado de Guh tan alto que casi podía mirar al jinete a los ojos, tan oscuro que parecía que para él solo existiese la noche y tan musculoso que daba la sensación de que podría haber levantado al camello de haberlo querido. El hombre en el camello, intentaba disimularlo pero yo podía ver perfectamente como el gigante negro lo intimidaba. Absalom, tan pequeño y encorvado apenas lograba llegar a las rodillas de su esclavo. Si no fuera por su constante parloteo, pasaría desapercibido, no podía entender nada de lo que estaban hablando, pero si entendía algo, de esa conversación dependía mi futuro. El hombre del camello hablaba a gritos como si cada palabra tuviera que ser más alta que la anterior, escupiendo a lado y lado del camello cada vez que Absalom acababa una frase y blandiendo su lanza cual dedo señalándome continuamente. Contrariamente, Absalom hablaba con un tono de voz que inspiraba respeto y educación, con frases largas y solemnes que parecían rozar la perfección del diálogo. Finalmente terminaron de hablar, hubo unos segundos de silencio, entonces el hombre del camello giró su cabeza hacia mí y me miró con su ojo bueno, de un color amarillo arenoso, su mirada era contundente y agresiva, casi parecía poder matarme con ella. Mientras tanto su otro ojo, completamente pálido, colgaba mirando hacia abajo con una pupila casi borrada por el blanco que parecía perderse entre las arenas del desierto. Absalom se giró hacia mí. Yo agarré el puñal con fuerza, me había acostumbrado a llevarlo apegado día y noche, éste era más grande que el que había perdido en el pecho  de uno de los compañeros de aquel hombre que me miraba fijamente, pero no dudaría en usarlo si mi vida volviese a estar en peligro. Cuando Absalom logró colocarse a unos pasos de mi hizo una mueca que imitaba a una sonrisa, entonces lo supe, supe que no iba a morir.
- Ya puedes estar contenta, he tenido que dar cinco camellos para salvar tu vida, he conseguido engañarles para pagarles lo mismo que tú les quitaste.
Desvió su mirada, hacia como si no le importase, pero se notaba que en realidad lo había hecho por mí. Entonces miré al hombre del camello otra vez, estaba sonriendo, algo andaba mal. Entonces sentí un golpe en la cadera y antes de que pudiera darme cuenta, Guh me había agarrado de tal forma que no podía moverme.
-¿Pero?
No entendía lo que estaba pasando, ni se me pasó por la cabeza que Absalom pudiera haberme mentido.
- Niña ilusa, no habría dado ni una moneda por ti, si te mantuve con vida es porque tenía la esperanza de poder prostituirte en cuanto llegáramos a Basha, pero al parecer no podré hacer ni eso.
¿Me había mentido? Eso no entraba en mi cabeza, me parecía imposible, por sus movimientos, su tono de voz, en ese momento me estaba diciendo la verdad. Pero en cuanto recordé la sonrisa malévola del hombre del camello todo encajó.
- ¡Maldito!
- Maldice lo que quieras, pero he conseguido arrancarles veinte Kahs a cambio de tu cabeza, me parece un precio más que razonable. Mira bonita, no me mires así, el arma de un guerrero es su espada, la de un juglar sus canciones, la de una mujer son sus tetas, la de un comerciante son las mentiras y no basta mentir con palabras, debes aprender a mentir con el rostro y con el cuerpo. Debes creerte tu propia mentira, de lo contrario, algún día serás descubierto. Si tienes algo de suerte te violaran antes de matarte, lo siento por ti pero lo único que puedo decirte es que tú ya estabas muerta cuando entraste en este desierto.
Absalón había movido sus fichas de la mejor manera posible, había logrado vender algo que ni siquiera era suyo, era un trato perfecto, pero yo no pensaba conformarme con ser una de las fichas de su juego. Yo también podía mover mis fichas, solo tenía que encontrar la jugada que me permitiese salir de ese aprieto. No podía escapar, en el caso que lograse deshacerme de los robustos bíceps de Guh, no podría ni andar dos pasos antes de que este pudiera volver a atraparme. Y aunque no lo hiciera, lo haría el hombre del camello blanco y aunque por un golpe de suerte lograra matarlo no tenía ninguna posibilidad de lograr salir victoriosa contra sus compañeros que aguardaban varios metros atrás. Solo había una posibilidad y era enfrentar a los dos grupos, si todos los que había en el poblado luchaban contra los Tuareg existía la posibilidad de  sobrevivir. Pero Absalom jamás movería un dedo por mí, eso lo había aprendido. Sabía que si alguien atacaba a los hombres de los camellos, estos no dudarían en acabar con todo el pueblo y esa era mi única oportunidad de ofrecer batalla, pero no sabía cómo instigar a esos hombres apavoridos que miraban la escena escondidos tras los edificios. Sabía que uno sería suficiente para desencadenar la tormenta, solo uno. Empecé a pensar en las Historias que me había contado Absalom, en alguna de ellas podía haber alguna situación similar, una pista, pero nada parecía servirme. Entonces me vino a la cabeza, como un rayo de luz una voz en el recuerdo, una frase que lo cambiaba todo.
-No pienso dejar que ese inútil me salve la vida, lo veo en sus ojos, en cuanto ese zopenco me devuelva el favor que tanto espera, me arrancará la cabeza, me odia más que a cualquier cosa en el mundo.
Entonces todo estuvo claro, la jugada perfecta, pude sentir como si mi cuerpo se llenase de energía y contorsionándome con un movimiento rápido logré escurrirme entre los brazos de Guh. Entonces empecé a correr mientras me llevaba la mano al cinto, cuando mi daga abrazó el cuello de Absalom Guh apenas había logrado girarse.
- ¿Se puede saber qué haces?
Absalom parecía asustado, aunque había aprendido de mis errores, no podía estar segura ni siquiera de eso.
- Sobrevivir.
Mi respuesta había sido rápida y fugaz, no me interesaba el parloteo del anciano, sabía que si lo escuchaba, podría acabar cayendo en sus artes del engaño. Mi mirada estaba fija, en los ojos de Guh, esos ojos fríos, casi podía ver un destello de alegría en ellos.
- Vamos cálmate mujer, veo que eres más lista de lo que creía, convenceré a los Tuareg para que te dejen libre.
Apreté el cuchillo contra su cuello, una gota de sangre empezó a brotar por la hoja de la daga.
- De acuerdo, ya lo entiendo, si hace falta les entregaré todas mis mercancías, si hago eso no podrán negarse.
Su voz era seductora, casi me dejé llevar por sus ideas, pero ¿cómo iba a aceptar unas condiciones que se firmarían en un lenguaje que no entendía? Entonces agarré con fuerza al viejo Absalom y dejé deslizar mi cuchillo a propósito, el cuchillo cayó suavemente sobre la arena, y antes de que pudiera recogerlo Guh había saltado frente a mí y me había arrancado de las manos a su amo. Entonces el hombre se me quedó mirando con el puño alzado y esos ojos tan fríos, casi vacíos. Yo me agaché lentamente y recogí la daga del suelo. Absalom empezó a balbucear unas palabras mientras se palpaba el rasguño que le había hecho en el cuello. Sabía lo que estaba diciendo, aunque no entendiese su lengua, no me hacía falta. <¡Matala!> eso decía, lo repetía una y otra vez, con distintas palabras, lo gritaba, lo ordenaba.  Miré los ojos de ese gigante negro, eran unos ojos agradecidos, los ojos de un hombre libre. Cuando Guh se giró hacia el que había sido su amo, Absalom supo que había perdido, simplemente se quedó observando con horror a aquel hombre negro al que había apodado Guh, más tarde descubrí que esa palabra significaba escupir en el idioma que Guh hablaba y que Absalom se lo había puesto para recordarle su valor.  El rostro de Absalom, mostró entonces lo que seguramente era la primera expresión verdadera des de que lo había conocido, un rostro lleno de pánico y horror, paralizado frente a la muerte inminente. Entonces Guh agarró al viejo enclenque por la cabeza, con una sola mano. Acercó esos ojos a pavoridos a esa mirada libre y llena de rabia, para Absalóm esa mirada fue mucho más terrible que su sanguinario final. Cuando Guh hubo descargado toda su mirada en su víctima, agarró el cráneo del hombre con fuerza y lo estampó contra la pared, en él se abrió una brecha y empezó a brotar sangre, que más tarde regaría las arenas de ese pueblo. Entonces Guh se quedó un instante mirando el rostro agonizante de su antigua pesadilla y empezó a golpear esa cabeza contra el muro una y otra vez, cada vez con más fuerza que la anterior, un golpe, tras otro, tras otro. Hasta que en su mano solo quedaron recuerdos de una vida pasada.

1 comentario:

  1. Nos acercamos a un final y este pequeño regalo esta a punto de cerrar un lazo, espero que lo disfruten..:)

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